Monográficos - El Jaen de Vandelvira
El Jaén de
Vandelvira
La Catedral y la iglesia
de San Miguel, obras del
maestro del Renacimiento
Andrés de Vandelvira
Fuente: www.castillosybatallas.com
La obra de Vandelvira se caracteriza, en pocas palabras, por su solidez constructiva y la constante experimentación con el lenguaje arquitectónico. La solidez constructiva le viene dada por su dominio de la estereotomía o técnica del corte de la piedra. Tal conocimiento, aunque heredado de la rica tradición medieval, en manos de Vandelvira conocerá una extraordinaria conversión o adaptación al lenguaje “romano” o “antiguo”, que era el lenguaje del Renacimiento. Andrés de Vandelvira dejó su inconfundible sello en Jaén en dos genialidades arquitectónicas: La Catedral y la Iglesia de San Miguel.
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CATEDRAL DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN
Bien de Interés Cultural. Monumento. 03-06-1931
Jaén se convirtió en nueva sede episcopal en 1248, a poco de su conquista por Fernando III. Siguiendo la tradición de ocupar el espacio de una mezquita, consagrándolo, la primitiva catedral mantuvo la estructura de aquella durante más de un siglo hasta la segunda mitad del s. XIV en que el obispo don Nicolás de Biedma decide construir un nuevo edificio, ya gótico, de cinco naves y un claustro al lado norte, ya que por el sur corría la muralla. Cien años después flaqueaba esta construcción y se emprende una nueva fábrica, en torno a 1492, en el episcopado de don Luis Osorio, dentro de la corriente del gótico flamígero o último, se supone que con trazas de Enrique Egas, pero su verdadero artífice es Pedro López y Diego Martínez hasta que en 1525 se derrumbara el cimborrio sobre el crucero, que puso fin al proyectomedieval. En 1548 se decide la reanudación de las obras, pero ahora bajo el nuevo estilo al “antiguo” o “romano” entonces imperante. A tal fin son consultados los arquitectos Jerónimo Quijano, Pedro Machuca y Andrés de Vandelvira, siendo este último el que se quedara como Maestro Mayor a partir de 1553 hasta su muerte en 1575. Durante este tiempo sólo se realizarían las dependencias auxiliares: Sala Capitular, Sacristía y Bóveda Panteón más el Archivo y Biblioteca en planta alta, que ocupan el bloque lateral de la cabecera en el ángulo suroriental. Aunque parezca poco, sin embargo es lo suficiente para condicionar el esquema del desarrollo del cuerpo basilical de la iglesia al dejar también planteado el alzado del muro de la nave sur. Dicho esquema consistía en una planta de tres naves, todas a igual altura, separadas por pilares cruciformes, según el modelo de la catedral de Granada, que conforman una estructura modular cubierta con bóvedas vaídas. Lo más original será el alzado del muro, donde cada uno de los módulos subdivide el gran arco que lo forma en otros dos a la altura de la planta principal, para dar origen a sendas capillas, y abriendo en la mitad superior ventanas correspondientes a estancias y galerías, que recorren todo el templo, más los grandes ventanales o claristorio en el tímpano del gran arco en forma de “serlianas”. De la catedral gótica quedan como testigos el friso con cardinas, motivos zoomorfos antásticos que corre por el tercio inferior del muro exterior de la cabecera, dispuesto así por Juan de Aranda, y una escalera de caracol en la capilla del lado norte de la cabecera. El resto del alzado exterior de la catedral debe su mayor parte a los diseños de Juan de Aranda, a excepción de la fachada, en parte, y del bloque de la Sacristía y portada meridional del crucero, evidentemente vandelvirianas. Los muros de estas dependencias auxiliares son muy sobrios al igual que los vanos que se abren en ellos, siendo de estacar el tondo con el escudo episcopal de don Francisco Delgado sostenido por “putti” renacentista de excelente talla, en el muro de la sacristía y el escudo de la catedral, que da a la lonja. En este punto, la galería alta en esquina, a lodo de mirador, con arcos de medio punto, ligera el compacto muro. Bajo ella se abre la portada meridional del crucero, dedicada a la Asunción, en orden dórico y jónico, típica composición de Vandelvira con columnas pareadas y cerrada por un frontón triangular. A destacar en este muro sur un gran reloj de sol del siglo XVII. La portada norte del crucero, también muy clásica, pero con mayor relieve y ornamentación que la del lado opuesto, es obra de Juan de Aranda hecha en 1642. La fachada, considerada por la crítica como una de las primeras grandes fachadas barrocas de España, aunque de diseño definitivo de López de Rojas, de 1667, quedó en lo estructural planteada por Aranda; esto es, sus tres puertas con pares columnas entre ellas. El orden gigante, compuesto, y el retranqueo del cuerpo superior, que deja un paso a modo de balcón entre las torres, se inspira en la basílica de san Pedro de Roma y en la iglesia de El Escorial, respectivamente. En conjunto, se trata de un gran retablo en piedra, donde al tema de la Asunción, protagonista, sobre la puerta central, se unen las de los santos patronos de la ciudad: San Miguel y Santa Catalina, en las laterales; San Pedro y San Pablo, a izquierda y derecha, señalando los ejes del Evangelio y la Epístola, y coronando los ejes columnarios los cuatro Evangelistas y los cuatro Padres de la Iglesia (San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo y San Gregorio), auténticos “pilares” de la Iglesia, y en el centro el rey conquistador, Fernando III, todos en barroco y teatral movimiento, debidos a la mano de Pedro Roldán y su taller. Entre San Fernando y la Asunción, subrayando la importancia del eje central, se sitúa el relieve del Santo Rostro, imagen objeto de peregrinación, que se guarda en esta catedral, y que se mostraba en días señalados desde el balcón central sobre el que está.
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IGLESIA DE SAN MIGUEL
Monumento. 22-11-1919
En la primera mitad del siglo XIX está documentada la existencia en la ciudad de Jaén de once parroquias, entre las cuales se encontraba la de San Miguel. La trayectoria arquitectónica de estos templos bajomedievales ha sido dispar, pues si en algunos de ellos se ha conservado, aunque modificada, su estructura, otros sufrieron una total transformación o, en su caso, su conocimiento nos ha llegado a través de referencias documentales o bibliográficas, pues fueron desapareciendo a lo largo de los siglos XVIII y XIX. La parroquial de San Miguel, extinguida como tal en el año 1843, forma parte del conjunto de templos arruinados en el XIX, sin embargo su fábrica gótico-mudéjar, más los elementos añadidos en el siglo XVI como la torre y la portada, han tenido mejor suerte que las de San Pedro, Santa Cruz, Santiago, Salvador o San Lorenzo, de las que tan sólo una concienzuda labor arqueológica aportaría ciertos datos sobre su conformación. De San Miguel aún persisten entre las viviendas contiguas los siguientes restos: el ábside de la iglesia con ventanas de ladrillo de tradición mudéjar, la cripta, una de las capillas laterales, parte de la torre, el muro lateral de la sacristía, algunas ménsulas de la nave central y su hermosa portada. La conservación de esta portada fue motivo de preocupación para los historiadores del siglo XIX; especialmente significativa es la descripción que de ella y de la iglesia hizo Pi y Margall en 1885: “La portada de la iglesia de San Miguel y una de la catedral revelan hasta en sus menores detalles, elegancia, delicadeza, y gusto. ¡Qué lástima que esté condenada a desaparecer tan linda obra! La iglesia a que abría paso, es ya un patio donde las aguas del cielo hacen crecer la yerba; y está la portada sola, completamente aislada. ¿Quién dudará que se derribe?”. Afortunadamente la preocupación por la suerte de esta singular pieza también caló en las autoridades locales. En 1918 el Concejo de Jaén acordó promover el expediente para su declaración como monumento artístico. En 1920 se proyectó el traslado a la iglesia de San Pedro, por entonces en reconstrucción, aunque en la actualidad nada queda de ella. Pero no sería en este templo donde por fin se ubique, sino en el futuro Museo Provincial, aprobado en el citado año de 1920 siendo ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes el giennense don José del Prado y Palacios. El proyecto corrió en gran parte a cargo del arquitecto A. Flores Urdapilleta. La portada preside el patio del Museo en eje con la del Pósito (siglo XVI), colocada en el exterior del edificio.
Interiormente, la catedral de Jaén destaca por la armonía entre todas sus partes, premisa fundamental de la belleza renacentista; un espacio calmo y luminoso tan sólo alterado por el excesivo tamaño del coro en proporción al resto y sus formas protuberantes; obra barroca, como se ha dicho, pero cuya sillería interior es en gran medida la primitiva de 1519-1526, tallada por el flamenco Gutierre Gierero y Jerónimo Quijano, entre otros maestros. El trascoro es de mármoles de colores embutidos, tan al gusto andaluz del siglo XVIII. Por lo demás en las capillas y alzado en general no se advierte diferencia pese a las distintas fases de su construcción a lo largo de doscientos años. Las tres capillas más amplias, de un único hueco, corresponden a la cabecera, siendo la Mayor la del centro o del Santo Rostro, por guardarse allí la que se considera reliquia de la Faz, o “vero imago”, de Cristo. Además se adorna con cuadros, copias de la Colección Real, realizadas por Sebastián Martínez a mediados del siglo XVII. Las piezas auxiliares, son como se ha dicho, lo primero en realizarse de la nueva catedral. De ellas la primera en concluirse fue la Sala Capitular, paralela a la cabecera, con entrada desde la capilla de Santiago. Se terminó en 1556. La sala, de planta rectangular se cubre con bóveda de cañón y en su alzado, muy plano, se sucede en todo el derredor el motivo de arco triunfal romano de arco entre pares de pilastras, en orden jónico, ocupando el testero un original retablo de pintura, muy italianizante, obra de Pedro Machuca y su hijo Luis, cuyo tema iconográfico principal es la figura de San Pedro de Osma. Contigua a ella, pero perpendicular en eje, la Sacristía, tal vez sea con justicia la pieza estrella de la catedral y una de las obras maestras de Vandelvira, terminada poco después de su muerte. Aquí, a diferencia de la anterior sala, el alzado es todo protuberancia con pares de columnas dispuestas en fondo sobre las que cabalgan arcos de distinta luz en ritmo alternante. Se cubre también con cañón, pero con arcos en su base a modo de cerchas, que repiten en paralelo el ritmo de los inferiores. Tiene su entrada la sacristía desde un vestíbulo que comunica con el crucero de la iglesia y sirve de distribuidor, tanto para la acceder a la sacristía como para subir a los pisos altos y descender a la Cripta por sendas escaleras bajo la forma estructural de una gran “serliana”, en cuyo hueco central se exhibe una copia a escala de la célebre custodia de asiento renacentista, desaparecida, de Juan Ruiz “el Vandalino”. La Cripta o Panteón de Canónigos, reproduce los tres espacios de la planta principal (Vestíbulo, Sacristía y Sala Capitular) en un alarde de técnica constructiva en piedra (estereotomía) sin apenas parangón en la arquitectura española. A la misma entrada sorprende la forma abarcante del gran arco que cobija a otros tres desiguales, como los de la Sacristía, enlazados por un óculo, todo transparente para llevar luz a un subterráneo. En la sala principal, que funciona como capilla, la bóveda “plana”, es otro prodigio estereotómico, con potentes nichos laterales que penetran en la bóveda, quedando bien iluminada por una luz de bodega procedente de unas ventanas a ras de suelo en la calle. En cuanto al templo del Sagrario, proyecto de Ventura Rodríguez de 1764, que vino a sustituir a otro anterior de Juan de Aranda maltrecho tras el terremoto de Lisboa (1751), su planta oval con su gran cúpula de casetones octogonales, que tanto recuerda al San Andrés de Bernini en Roma, es otra soberbia respuesta de continuidad en el dominio del arte de la cantería de impecable ejecución, excepto en los ángeles de la base de la bóveda, obra del francés Verdiguier, de mediocre factura. Igualmente magnífica desde el punto de vista de su construcción en piedra es la amplia cripta, con entrada directa a la calle por la Plaza de San Francisco.
La historiografía tradicionalmente ha vinculado esta portada de San Miguel con Vandelvira. Quizás de los primeros investigadores en hacerlo fue el deán Mazas en 1794: “Las iglesias de parroquias se hallan en aquel pobre estado de su fundación, excepto alguna portadita arreglada que se añadió después como la de San Miguel por mano, o dirección de Vandelvira (...)”. Aunque se desconocen, hasta el momento, referencias documentales sobre el encargo, la formulación arquitectónica apunta directamente como autoría de Andrés de Vandelvira. Según reza en la propia portada, ésta se labró entre los años 1560 y 1561, siendo prelado de la diócesis don Diego de los Cobos, promotor del Hospital de Santiago en Úbeda, trazado y dirigido por Vandelvira. La portada de San Miguel es una de las más claras piezas de Vandelvira, cuyo diseño de inspiración siloesca ya fue desarrollado en el cuerpo inferior de la portada de los pies de el Salvador de Úbeda; su esquema compositivo de un solo cuerpo (repetido en la portada de San Nicolás de Úbeda y San Juan Evangelista de Mancha Real) está formado a base de un arco de medio punto flanqueado por pares de columnas corintias sobre pedestales con nichos avenerados en los intercolumnios, que se mantendrá hasta mediados del siglo XVII dentro de lo que se ha venido en llamarse la escuela vandelviriana; en el entablamento corre la siguiente inscripción: “Esta portada se acabó en el año 1561 siendo obispo de Jaén el muy Ilmo. y reverendísimo Sr. D. Diego de los Cobos”; se completa con una hornacina para albergar el santo titular y diversos elementos geométricos, igualmente muy vandelvirianos.