Las primeras defensas del cerro de Santa Catalina datan de época ibérica, y corresponden al pequeño oppidum de la ladera Norte que sería ampliado en el periodo romano republicano. El asentamiento resultante ocupaba la cumbre y la mayor parte de la ladera Norte.
En época islámicaAbd al-Rahman II trasladó la capital de la Cora desde La Guardia (Mantisa) a Yayyan (Jaén). El traslado fue acompañado de un ambicioso programa de obras oficiales, entre las que destacan la mezquita, una alcazaba en el cerro o la conducción de aguas del manantial de la Magdalena. Como prueba de su prosperidad, la ciudad contaba con cinco baños, de los que se han localizado dos. Entre los siglos XI y XII se amplió el recinto amurallado para abarcar el crecimiento de la antigua ciudad emiral-califal que había triplicado sus dimensiones. Junto a ello, debido al importante desarrollo demográfico que experimentó Jaén, se edifica una nueva mezquita aljama, situada en el extremo Este, en el solar que actualmente ocupa la catedral. Paralelamente se desarrollan y amplían las conducciones de agua, edificándose nuevos baños, mezquitas y palacios.
Durante la conquista cristiana del valle del Guadalquivir Jaén resistió varios asedios, hasta que en 1246 el rey de Granada, Ibn al-Ahmar, se declaró vasallo de Fernando III, le entregó la ciudad y se comprometió a pagar un tributo. Jaén se convirtió en una plaza fronteriza de primer orden. Y sede episcopal (por traslado desde Baeza). La ciudad creció y amplió su recinto murado para abarcar dos arrabales extramuros, San Ildefonso y el de Las Monjas. En el siglo XIV los musulmanes tomaron la ciudad por sorpresa, pero ante la imposibilidad de dominar los alcázares, debieron abandonarla de nuevo. El final de la Edad Media se caracteriza por un periodo de intensa actividad fronteriza, así como por continuas luchas nobiliarias, especialmente las protagonizadas por el Condestable D. Miguel Lucas de Iranzo, fiel partidario del rey Enrique IV contra la nobleza levantisca.
En 1907 fue adquirido por don Manuel Ruiz de Córdoba, que realizó una mínima restauración. En 1948 pasaron a propiedad municipal, lo que acarreó diversas reformas que culminan en 1965 con la construcción del Parador Nacional de Turismo, cuyas obras destruyeron buena parte de los restos originales.
Muchos hechos militares de la conquista de al-Andalus se relacionan con actos milagrosos y apariciones. En realidad es una imagen recurrente en toda la Edad Media, que reforzaba el papel religioso de la contienda. La conquista de Jaén también tiene su leyenda relacionada con apariciones: Santa Catalina de Alejandría se apareció en sueños a Fernando III para anunciarle la pronta entrega de la ciudad. Era el tercer cerco al que el rey sometía a la ciudad y, según la leyenda, ya estaba a punto de levantarlo, disuadido por las fuertes defensas de la ciudad. Los musulmanes erigieron una enorme Alcazaba en la cima del cerro sobre el que se asienta la ciudad. En el siglo XIII los cristianos conquistaron la ciudad y transformaron esta alcazaba, que a partir de entonces constó de tres fortificaciones claramente diferenciadas: el castillo de Abrehuy, el Alcázar Viejo y el Alcázar Nuevo. Sobre las dos primeras fortalezas se construyó en 1965 el actual Parador Nacional de Turismo, cuyas obras requirieron la destrucción de la mayor parte del conjunto. Se salvó el Alcázar Nuevo, recinto que mantiene en gran medida su estructura original. La Santa le pidió que prolongara el sitio, mostrándole en prenda las llaves de la ciudad. Al día siguiente, Alhamar se presentó en el campamento cristiano y le entregó la ciudad. Esta leyenda ha dado lugar a cierto error al fechar la toma de la ciudad en el 25 de noviembre, onomástica de Santa Catalina, cuando en realidad se produjo más tarde, un impreciso día de febrero. Otra versión de la leyenda, de raíz más popular o fantástica, y desde luego políticamente incorrecta, cuenta que la Santa se acercó hasta la Torre del Homenaje y llamó al rey moro que, cuando se asomó a la ventana, perdió la cabeza sesgada por la rueda de cuchillos que simboliza a la Santa. En cualquier caso, Santa Catalina es patrona de la ciudad y todos los años se celebra por noviembre una romería en su honor en las faldas del castillo.
Tras la ocupación islámica se construyó una amplia alcazaba en la cumbre y ladera Norte del Cerro de Santa Catalina a cuyas faldas se extiende la ciudad de Jaén. Este conjunto se organizaba en dos áreas claramente diferenciadas: por un lado, un recinto que ocuparía la cumbre del cerro, cuyas dimensiones y características desconocemos; por otro, la alcazaba propiamente dicha, emplazada en la ladera, aprovechando para su construcción y aislamiento de la madina los restos de una amplia muralla de época romana republicana. En esta zona perduran los restos de un edificio rectangular con patio porticado, que podría ser el palacio y residencia de los primeros gobernadores de la ciudad durante los periodos EmiralyCalifal.
Servicios
Centro de Interpretación
"Castillo de Santa Catalina"
Propiedad
Municipal y Paradores de Turismo.
La cambiante situación política desarrollada en al-Andalus entre los siglos XI-XII aconsejó la remodelación de todo este conjunto. Se abandonó la antigua alcazaba, que inmediatamente se convirtió en una zona residencial, y la zona político-administrativa se trasladó a la cumbre del cerro, donde se edificó una amplia fortaleza de dos recintos a distintas alturas. El primer recinto, o castillo de Abrehuy, más pequeño, ocupaba las cotas más bajas, y oficiaba de antesala del recinto principal, el Alcázar Viejo, que ocupaba el resto de la cumbre. En el interior se construyeron varios aljibes para su abastecimiento de agua y en el extremo Este, ocupando la zona más elevada y estratégica, se edificó un palacio profusamente decorado con atauriques polícromos y dotado de almacenes, aljibes, cocinas, bodegas y otros servicios necesarios. Tras la conquista cristiana en 1246, Fernando III planificó la construcción de un nuevo alcázar situado en la zona más estratégica, donde se ubicaba el palacio islámico. Sin embargo, serían sus sucesores Alfonso X y Fernando IV los que ejecutaron las obras del Alcázar Nuevo, una fortaleza de forma triangular con una superficie de 3.200 m2 compuesta por cuatro torres, dos de ellas albarranas y una torre de Homenaje. Para su construcción se aprovecharon los lienzos de murallas y alguna torre del antiguo Alcázar Viejo, que fueron revestidos con gruesos muros de mampostería irregular. A la fortaleza se accede a través de una puerta abocinada con arco ojival, que da acceso al patio de armas, quizá la zona más transformada después de la conquista cristiana, y sobre todo tras las obras realizadas en su interior a principios del siglo XIX.
De las cinco torres que configuran el Alcázar Nuevo cabe destacar por sus dimensiones y altura la gran torre del Homenaje, una construcción de planta cuadrada, de cuarenta metros de altura, construida con mampostería irregular y esquinas de sillarejo sobre un amplio afloramiento rocoso que ocupa el punto más elevado del cerro. Se organiza en tres estancias. La primera, un almacén excavado en la propia roca, quizá aprovechando un socavón o fractura natural, tiene acceso directo desde el patio de armas. Sus cuatro bóvedas de media naranja se apoyan sobre un pilar central. Las dependencias superiores fueron utilizadas como estancias del alcaide y presentan cubiertas abovedadas. Por el lado derecho (Norte) esta torre se une, a través de un lienzo de muralla que aún conserva el adarve, con la Torre de las Damas, que controlaba la puerta principal del castillo. Esta torre consta de dos estancias: la inferior, de mayores dimensiones, cubierta con una techumbre adintelada de madera, y sobre ella otra más pequeña cubierta con bóveda de ladrillo, probablemente servía de almacén o dormitorio de la guarnición. Junto a ella se localiza una primera torre albarrana, denominada Capilla de Santa Catalina, porque en su interior alberga una pequeña capilla con la imagen de la patrona de Jaén. Esta capilla se cubre con bóvedaapuntada adornada con friso corrido de castillos y leones. Originalmente fue una torre maciza, dotada de antepecho almenado, pero a finales del siglo XV, en un momento en el que la frontera se mantiene lo suficientemente segura, el Condestable D. Miguel Lucas de Iranzo ordena construir sobre su terraza una pequeña capilla en la que se celebró la boda de su hermana. Siguiendo el recorrido en dirección Este encontramos una segunda torre albarrana, que conservó su fisonomía original, sin almenas, hasta que una desafortunada restauración construyó otra dependencia sobre su terraza, imitando a la vecina capilla de Santa Catalina. A continuación se encuentra la Torre de la Vela o de la Guardia, que forma el extremo de la fortificación. Tiene planta pentagonal en proa, y aprovecha una antigua torre islámica de tapial, que quedó convertida en una bodega a cuyo interior se accedía a través de una trampilla. Sobre esta bodega se habilitó otra dependencia adintelada, y encima de ella otra pequeña habitación cubierta con bóveda de cañón apuntada, utilizada como almacén y dormitorio de la guarnición. La última es la torre de las Troneras, con puerta en codo; alberga una habitación abovedada, dedicada al aseo y letrinas, y cuenta con un sistema especial de ventilación de malos olores. Junto a esta torre hay un portillo o puerta secundaria. Tras la conquista del reino nazarí de Granada y la desaparición de la frontera, esta fortificación inicia un marcado declive que culmina en el siglo XVIII, con su abandono definitivo. No obstante, la situación bélica que planteó la invasión napoleónica de 1808 aconsejó una nueva remodelación. La mayor parte de las ruinosas dependencias internas de la fortaleza se demolieron y soterraron bajo una gruesa capa de escombros a fin de establecer un amplio patio de armas en dos niveles claramente diferenciados: el patio de armas inferior, cercano a la puerta de entrada, y el patio superior, al nivel de los antiguos adarves, lo que posibilitaba el rápido traslado de la artillería de un lado a otro de la fortaleza. Cuando las tropas napoleónicas tomaron la ciudad convirtieron las fortificaciones del Cerro de Santa Catalina en una importante plaza fuerte esencial para controlar el Valle del Guadalquivir y los pasos de Sierra Morena. En el interior del Alcázar Viejo se edificaron diversos edificios para alojar a las tropas y se reforzaron las defensas, mientras que el Alcázar Nuevo se reservó para el alto mando. Entre la puerta y la primera torre albarrana se construyó una tahona. En el patio inferior se edificaron los pabellones que alojaban al alto mando, caballerizasy polvorines. En el patio superior se instaló el patíbulo, un hospital y los calabozos.
CÓMO LLEGAR
Acceso
Se accede por la carretera de circunvalación, bien subiendo desde la carretera de Córdoba, a través del barrio de la Magdalena, o bien por el extremo opuesto de la ciudad, en un recorrido que iría desde la Plaza de Santa María (Ayuntamiento y Catedral), Carrera de Jesús, para continuar por la Travesía Tiro Nacional hasta enlazar con la mencionada carretera de circunvalación, y a partir de este punto, ascender por la carretera del Neveral, y del Parador.
Dificultad: Ninguna.
Aparcamiento
Hay un buen aparcamiento en las inmediaciones del Parador con capacidad para autobuses.